En
el camino de la salvación de las almas, los sacerdotes desempeñan un papel
primordial, como representantes y sustitutos de Jesús. Pero si las almas que
están destinados a salvar, se limitan a valorarlos y a juzgarlos por su
dimensión puramente humana, siendo severos con los defectos y desmereciendo y
despreciando sus virtudes, así como los frutos producidos en el trabajo propio de
su dimensión espiritual, poco pueden hacer los sacerdotes, por éstas almas.
Jesús
que conoce perfectamente la situación de todas las almas, enseñó a Santa Faustina
el Rezo de la Coronilla.
Este
polivalente Rezo, como ya vimos en los capítulos destinados al mismo, entre
otras muchas tiene la cualidad de fortalecer, asegurar y confirmar en su
voluntad a las almas que estando en el camino de la salvación, desean llegar a
conseguir su meta con la ayuda de Jesús y de Sus representantes y sustitutos.
Pero
también tiene una importantísima cualidad, es la última tabla de salvación,
para los pecadores empedernidos alejados de Dios y de Su Iglesia.
Jesús
pone en manos de Sus sacerdotes este Rezo para que lo divulguen y lo
recomienden especialmente a los pecadores empedernidos, como vemos en el
apartado D. 687.-
En una ocasión, mientras iba por el pasillo a la cocina, oí en el alma estas
palabras: Reza incesantemente esta
coronilla que te he enseñado. Quienquiera que la rece recibirá gran
misericordia a la hora de la muerte. Los sacerdotes se la recomendarán a los
pecadores como la última tabla de salvación. Hasta el pecador más
empedernido, si reza esta coronilla una sola vez, recibirá la gracia de Mi misericordia
infinita. Deseo que el mundo entero conozca Mi misericordia; deseo
conceder gracias inimaginables a las almas que confían en Mi misericordia.
Jesús
quiere que todos los sacerdotes y religiosos, conozcan, recen y recomienden
ésta Coronilla, para que los alejados se acerquen; los que están cerca, se
mantengan firmes en su propósito de avanzar por el camino de la salvación, y no
se alejen nunca; para que aquí, en éste valle de lágrimas todos podamos conocer,
confiar y recibir en nuestros corazones Su Misericordia, para que nuestra
permanencia en éste mundo sea más llevadera y cuando traspasemos el umbral de
la muerte, podamos permanecer en Su Presencia y contemplarle en Plenitud.
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