«Cuando a la edad de 28 años
Jesús me llamó para que le perteneciera totalmente (aunque no en un
convento) en junio de 1976 descubrí la Comunidad naciente del León de Judá
y me sentí muy identificada con ella porque lo que allí se vivía
correspondía a mis aspiraciones (“El León de Judá” es el primer nombre de
la Comunidad que en 1992 se convirtió en “Las Bienaventuranzas”).
Sin embargo, necesitaba recibir un signo del Cielo realmente
concreto antes de tomar una decisión. Al finalizar mi breve estadía como
“visitante” en el seno del León de Judá, tenía que ir a Lourdes para vivir
la gran asamblea de Pentecostés organizada por el grupo de oración de
Emmanuel, del cual formaba parte en París desde mi conversión. Había
preparado este Pentecostés con una novena al Espíritu Santo y le pedía que
me iluminara sobre el lugar de vida elegido por Jesús para mí. Ni bien
llegada a Lourdes, acudí prontamente a la Gruta donde María se apareció en
1858 y me arrodillé en el mismo lugar donde estuvo Bernardita (el sitio
está señalizado en el piso). Con todo fervor le recé a la Virgen,
agradeciéndole poder estar allí y exponiéndole mi situación. Después de
haber orado largamente con la nariz a ras de tierra me dolía la espalda y
me levanté. ¡Y en ese momento fue cuando comprendí!
María no me respondió con palabras, menos aún con una visión
(no lo hace así conmigo). ¡Pero actuó en mi corazón sin que yo tuviera
conciencia de ello! Invisiblemente inclinó mi corazón hacia la voluntad de
Dios, tanto es así que cuando me puse de pie mi pregunta se había
desvanecido. Estaba envuelta en una gran paz. Era como si ya hubiera pasado
a la otra orilla, como si ya perteneciera al León de Judá. Misteriosamente
ella me había otorgado esa pertenencia; esto era claro, muy evidente. Esta
es su forma de obrar, humilde y oculta, ¡pero cuán profunda y eficaz!
Inmersa en una gran alegría se lo agradecí, pero era necesario que
recibiera el aval del fundador de Emmanuel, Pierre Goursat, también
presente en Lourdes. Como él me había confiado pequeñas responsabilidades
en París, hubiera podido decirme: “¡No, de ninguna manera, te quedas con
nosotros!” Pero este hombre de Dios muy inspirado me respondió con mucha
paz: “Sí, aquella Comunidad te queda como anillo al dedo; ¡adelante!”
También necesitaba el aval del fundador de León de Judá, Ephraïm. Todo fue
sobre rieles y pude ingresar a la Comunidad durante el verano del 76. Y
continúo allí, gracias a Dios.
A pesar de que allí la Virgen no se aparece más desde hace
mucho tiempo, Lourdes es un lugar donde ella siempre habita, donde ofrece
su amor maternal a sus hijos y su poderosa acción para cambiar sus
corazones. Allí donde María está presente, somos interiormente
transformados y a veces sanados de nuestras enfermedades. ¡Sucede lo mismo
en Fátima o en Guadalupe: ella está allí, tan simple como eso. ¡Esto muy
fuerte! Algún día, también Medjugorje se convertirá en un lugar donde ella
dejará de aparecer, según ella lo dijo. Pero también afirmó: “Mis ojos y mi Corazón
permanecerán aquí, aunque ya no me aparezca más” (Mensaje
del 18-3-96 a Mirjana)»
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