La respuesta a la segunda
pregunta ¿Cuál es su finalidad?, la encontramos a continuación: Hija mía, desea que tu corazón sea la sede
de Mi misericordia. Deseo que esta misericordia se derrame sobre el mundo
entero a través de tú corazón. Cualquiera que se acerque a ti, no puede
retirarse sin confiar en esta misericordia mía que tanto deseo para las almas.
Reza, cuanto puedas, por los agonizantes, impetra para ellos la confianza en Mi
misericordia, porque son ellos los que más necesitan la confianza quienes la
tienen muy poca. Has de saber que la gracia de la salvación eterna de algunas
almas en el último momento dependió de tu oración. Tú conoces todo el abismo de
Mi misericordia, entonces recoge de ella para ti y especialmente para los
pobres pecadores. Antes el cielo y la tierra se vuelvan a la nada, que Mi
misericordia deje de abrazar a un alma confiada.
Una vez que hemos encontrado Su
Amor y Su consuelo, y hemos podido percibir aunque sea mínimamente, cómo
nuestras miserias se hunden en Su Misericordia, a la vez que nos sentimos
acogidos, confortados y amados sin límite ni medida; que comprobamos que
realmente hay Alguien, que nos comprende, porque también Él sufrió nuestra
condición humada; nos acepta, porque Su Infinita Misericordia, es totalmente
incompatible con el reproche y con el rechazo; que nos ama tal y como somos,
porque Su Corazón es el fruto del Amor de Dios. Lo único que nos pide es: Hija Mía, desea que tu corazón sea la sede
de Mi misericordia.
Después de tanta Bondad y
Misericordia entregada, no pide nada a cambio, no exige nada, no impone nada;
simplemente espera pacientemente, mientras sufre todas nuestras infidelidades e
ingratitudes, hasta que un día deseemos libremente que nuestro corazón sea la
sede de Su Misericordia.
Con el Sacramento del Bautismo,
se elimina el pecado original, para que podamos ser dignos de recibir el
Espíritu Santo, y que nuestro cuerpo, como dice San Pablo se convierta en
<<templo del Espíritu Santo>>.
Jesús espera ardientemente, que a
lo largo de nuestra vida, Le conozcamos, Le deseemos, Le digamos: “Jesús, en
Ti confío”, y Le habilitemos nuestro corazón como sede permanente de Su
Misericordia, para que corrija y elimine todas nuestras imperfecciones y
conductas equivocadas para convertirnos no sólo en portadores, sino en
divulgadores y dispensadores de Su Misericordia hasta el fin de nuestros días.
Por eso a continuación Le dice: Deseo que ésta misericordia se derrame
sobre el mundo entero a través de tú corazón. Cualquiera que se acerque a ti,
no puede retirarse sin confiar en esta misericordia mía que tanto deseo para
las almas.
Jesús desea que le permitamos
derramar Su misericordia al mundo entero a través de nuestros corazones, desea
que colaboremos eficazmente en transmitir los consuelos, las dulzuras y las
delicias de Su Corazón Misericordioso, tierno, acogedor y lleno de Amor.
Lo que en definitiva Jesús anhela
de nosotros, lo entendió perfectamente San Juan Pablo II y lo mandó escribir en
los millones de estampas que durante su Pontificado, distribuyó con la Imagen
de Jesús Misericordioso, la frase contenía las siguientes palabras: “Sed
apóstoles de la Divina Misericordia”. El Vicario de Cristo en la Tierra, sintetizó
en sólo seis palabras, la finalidad de los mensajes de Jesús a Santa Faustina.
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