«Pero recuerden: ¡la fuerza
está en el amor! Hijos míos, el amor es arrepentimiento, perdón, oración,
sacrificio y misericordia. Si saben amar con las obras convertirán a los
demás, permitirán que la luz de mi Hijo penetre en las almas.»
Bueno, para quien quiere cambiar y ayudarse a sí mismo y
ayudar a la Madre, además de la confianza, la oración y el ayuno debe
abrirse al amor. Sin amor no se camina a la felicidad. Pero el amor, está
vez, la Madre lo define con conceptos específicos: primero arrepentimiento. Esto
significa que se comienza con la contrición, la compunción de haber
fallado, y luego con el perdón.
El arrepentimiento es el reconocimiento ante Dios de las
faltas cometidas. Es humillarse ante Él. Todos erramos, pero no todos se
arrepienten de lo que hacen, solo quien está dispuesto amar. Es lo que
enseña la Virgen en este mensaje. Y cuando uno se arrepiente y pide perdón,
luego vienen las obras. ¡Esto es importante destacarlo! Porque la razón por
la que muchos no evangelizan es por el pecado en el que viven, y por lo
mismo la Virgen invita al arrepentimiento y al perdón. Perdonarse a sí
mismo, pedir perdón y perdonar. Todo lo relacionado con el perdón. De lo
contrario el corazón no se purifica, no cambia para el bien.
También habla de que el amor es sacrificio y
misericordia. Pero obsérvese que son conceptos
teológicos y no sentimentales. Porque el amor al que la Virgen se refiere
es el amor evangélico y no el de las novelas, de las historias de amor
interpersonal. Por lo tanto, amar es mucho más que un sentimiento, conlleva
sacrificio y también misericordia, ponerse en lugar del que sufre. Es dejar
lo propio para vivir el dolor del hermano, pero no del que elijo sino de
todo mi prójimo, del que me está cerca en mi cotidianidad. Es el amor lo
que nos conduce a romper con la miseria del egoísmo y trabajar por las
almas. Y para ello hay que sacrificar gustos, placeres, criterios,
comportamientos, planes…
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