Continúa Jesús diciéndole: Reza, cuanto puedas, por los agonizantes,
impetra para ellos la confianza en Mi misericordia, porque son ellos los que
más necesitan la confianza quienes la tienen muy poca. Has de saber que la
gracia de la salvación eterna de algunas almas en el último momento dependió de
tu oración.
En los Evangelios, leemos que:
Jesús fue crucificado, muerto y sepultado, el día anterior a la celebración de
la pascua judía.
Y que el domingo por la mañana,
Resucitado, habló con las mujeres que se acercaron a Su sepulcro.
Lo que hizo Jesús entre Su Muerte
y Su Resurrección, nos lo dice el Credo: descendió a los infiernos y al tercer
día Resucitó de entre los muertos.
Durante Su Dolorosa Pasión y
Crucifixión, “absorbió” en Su persona Humano-Divina todos los pecados de la
humanidad de todos los tiempos ¡Cuánto horror y sufrimiento tuvo que soportar!
Pero la muerte no era Su fin, ¡no podía ser Su fin! Porque de lo contrario, el
poder de las tinieblas sería invencible y el único destino final para todas las
almas, sería el profundo, tenebroso y aterrador Abismo.
No sabemos lo que hizo durante
esos tres días en el infierno, sólo podemos imaginar que llegó a conocerlo muy
bien. Y de ahí su insistente y apremiante súplica, que con frecuencia se
encuentra en el Diario, de que se rece, cuanto se pueda por los agonizantes; de
que se impetre (que se consiga, que consigamos) para ellos la confianza en Su
misericordia, porque en el momento de la agonía, donde se produce la última
soledad del alma, es cuando más se necesita la confianza en la Misericordia
Divina, ya que es la última oportunidad del agonizante, para dirigirse a Jesús
y con confianza entregarle su alma, y así evitar su caída en el Abismo del
infierno.
La oración que Jesús desea que
hagamos, la veremos más adelante en otro apartado, es el Rezo de la Coronilla
de la Misericordia Divina, que Él Mismo enseñó a Santa Faustina; como en su día
hizo con la oración del Padrenuestro, que enseñó a Sus Apóstoles.
Él que como he mencionado, conoce
bien las profundidades del infierno, no quiere que ningún alma se pierda allí,
para toda la eternidad, por eso en Su gran Misericordia, suplica la oración del
Rezo de la Coronilla.
Esto no implica que el alma del
agonizante vaya directamente al Cielo, pero lo que sí asegura Jesús es que no
va a ir al infierno, que tras su purificación en el Purgatorio, será recibido
por Él en el Cielo.
Hecho que jamás se abría
producido, si por la falta de confianza del agonizante o por la falta de las
oraciones de otras personas, hubiese ido directamente al infierno.
Aunque lo veremos más adelante,
debo decir que, Cielo, Purgatorio o infierno, no son creaciones imaginarias de
“iluminados”, de fantasiosos o creyentes fanatizados, como pueden pensar
algunos.
Son realidades que han vivido y
experimentado por ejemplo: los pastorcillos de Fátima, Santa Faustina o más
recientemente los videntes de Medjugorje; en ocasiones acompañados por la
Santísima Virgen, y en otras ocasiones por un Ángel.
Tenemos que ser conscientes que
Venerando a la Misericordia Divina, rezando la Coronilla que Jesús enseñó,
tenemos en nuestras manos la posibilidad de conseguir la gracia de la salvación
eterna de muchas almas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario