El Amor de Dios es la flor, la Misericordia es el fruto” (D. 949).
Pero ¿Qué es la Misericordia, y en qué consiste su fruto? ¿Cuál es su
finalidad?
Jesús da respuesta a estas dos
preguntas, en una revelación, que ella escribe finalizando el sexto y último
cuaderno, y la titula como: “+ Conferencia sobre la misericordia” (D. 1777)
Como respuesta a la primera pregunta:
Has de saber, Hija Mía, que Mi corazón es la Misericordia Misma. De este mar de
misericordia las gracias se derraman sobre el mundo entero. Ningún alma que se
haya acercado a Mí, se ha retirado sin consuelo. Toda miseria se hunde [en]
Mi misericordia y de este manantial
brota toda gracia, salvadora y santificante.
Antes de que Santa Faustina, se
vea imposibilitada de seguir escribiendo en su Diario, por la evolución
desfavorable de su delicada salud; parece que Jesús, a modo de resumen o de
declaración final, quiere dejar muy claro, en qué han consistido, todas las
conversaciones, apariciones, revelaciones, promesas y experiencias sentidas o
vividas, escritas en el Diario.
En primer lugar, hace constar con
firmeza y rotundidad, que más allá, de cualquier concepto, descripción o
definición sobre la misericordia, como idea, atributo o consecuencia de las
múltiples alianzas, perdones y reconciliaciones, entre Dios y el Pueblo elegido,
dice que Su Corazón es la Misericordia Misma.
Es decir el corazón, órgano vital
para el ser humano, que identificamos como símbolo del amor y motor fundamental
para el desarrollo de nuestra vida; vida que se acaba en cuanto dejamos de
sentir sus latidos.
Su Corazón, la Misericordia
Misma, tiene que convertirse en motor fundamental para el desarrollo de nuestra
vida espiritual, tenemos que sentir y vivir Su Amor, tenemos que sentir y vivir
con fuerza, al ritmo de los latidos de Su Corazón, y no apartarnos ni alejarnos
de ellos, o inexorablemente nos acercaremos al Abismo tenebroso y aterrador,
del que Él siempre quiere alejarnos.
En segundo lugar afirma, que: De este mar de misericordia las gracias se
derraman sobre el mundo entero.
Es decir de la misma manera, que
el Sol sale todos los días para los buenos y los malos; para los justos y los
injustos; Sus gracias, las derrama para todos, pero en éste caso con más
predilección, por los que no son buenos ni justos; y particularmente las
derrama generosa y abundantemente para todos los pecadores, especialmente para
los pecadores empedernidos. Con la esperanza puesta en que éstos, sientan los
latidos de Su Corazón, perciban Su Amor y se alejen del tenebroso y aterrador
Abismo.
En tercer lugar confirma, que: Ningún alma que se haya acercado a Mí, se
ha retirado sin consuelo. Toda miseria se hunde [en] Mi misericordia y de éste manantial brota toda gracia, salvadora y
santificante.
Que maravillosa e incomprensible
locura de Amor, por nosotros. No importa el mal que hayamos causado, no importa
el bien que hayamos dejado de hacer, no importa las atrocidades y pecados que
hayamos cometido. Si escuchamos los latidos de Su corazón, por muy suaves,
lejanos o imperceptibles que nos lleguen, si lejos de asustarnos por la negrura
y el peso abrumador de nuestras faltas, ofensas y pecados; escuchamos con
atención la llamada latente y amorosa de Su Corazón, y con paso, en un
principio quizás inseguro y vacilante, avanzamos a Su encuentro, con nuestro
corazón, apesadumbrado, dolorido, resentido o roto por las vicisitudes que nos
ha tocado vivir o por las decisiones que libremente hemos tomado y que no han
sido acertadas; o simplemente a conciencia las hemos hecho mal; si nos
acercamos a Él, siempre encontraremos Su Amor y Su consuelo.
Y si toda esa negrura y peso
abrumador con que nos acercamos a Él; humildemente arrepentidos y confiados se
lo entregamos; hundirá nuestras miserias en Su Misericordia, y de ése manantial
brotará la gracia salvadora y santificante, que nos redimirá de nuestros pecados
y hará de nosotros personas nuevas.
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