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Otro problema que se encuentra en
la vida de oración es que la gente no sabe orar. Muchos lo hacen solo por
rutina. Como hemos dicho, cuando se ora hay que abrir el corazón, hay que
disciplinarse, pero también hay que hacer «silencio interior». Este particular
es importante. La gente ora pero con la mente, en primer lugar, y luego, nos se
saben abrir el corazón, por último: se ora con el ruido del mundo: las
preocupaciones, los problemas. La gente cuando ora no sabe abandonar el stress
en el que viven. Y de esta forma no se puede escuchar a Dios. Por eso hablamos
del «silencio interior». Este concepto es fundamental. En medio de una plaza
pública, donde hay coches, gente que camina y cientos que hablan, no se puede
escuchar el trinar de una pequeña ave y la tierna voz de un niño que le dice a
su madre que la quiere. Lo mismo ocurre en la oración.
El corazón de muchos se asemeja a una plaza de un mercado, de
uno de nuestro moles modernos. ¿Cómo escuchar a Dios con tanto ruido? Es muy
difícil, por no decir que en la mayoría de los casos es imposible. Entonces,
para ser oración hay que saber hacer el «silencio interior». Hay que saber
callar el corazón y la mente. Por eso se aconseja recogerse en el silencio
exterior. Porque ayuda. Pero por otro lado, hay que aprender a dominar la
ansiedad de querer encontrar respuestas a todo. Hay que
vivir con la paz en el corazón.
Los antiguos llamaban a esto «hesicasmo». El hesicasta es
aquel que ha hallado la paz del corazón, la paz interior, la paz necesaria para
orar. Esto, definitivamente es un don. Pero Dios, sin lugar a dudas, lo da a
quien diariamente se
esfuerza en orar. Por eso sería ideal pedirle a Dios "para transformarse
en oración como quiere la Virgen", el don del silencio interior: pedirle
a Dios que serene el alma del ruido que a acumulado del mundo exterior, del
trabajo, de los amigos, de la Televisión, del internet, de la esclavitud de las
redes sociales. Y por todo esto la Virgen dice: «sean oración». No
dice: «oren». Sino «sean
oración» y la oración es el recogimiento interior, es paz, es
silencio… porque en la oración Dios habla y Su voz es la importante, no la
nuestra.
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