
“Queridos hijos, yo estoy siempre con
vosotros, porque mi Hijo os ha confiado a mí. Y vosotros hijos míos, vosotros
me necesitáis, me buscáis, venís a mí y alegráis mi Corazón materno. Yo
tengo, y siempre tendré, amor para vosotros, para vosotros que
sufrís y que ofrecéis vuestros dolores y sufrimientos a Mi Hijo y a mí. Mi amor
busca el amor de todos mis hijos y mis hijos buscan mi amor. Por medio del
amor, Jesús busca la comunión entre el Cielo y la Tierra, entre el Padre
celestial y vosotros, mis hijos, su Iglesia. Por eso necesitamos orar mucho,
orar y amar la Iglesia a la cual pertenecéis. Ahora la Iglesia está sufriendo y
necesita apóstoles que, al amar la comunión, al testimoniar y dar, muestren los
caminos de Dios. Necesita apóstoles que, viviendo la Eucaristía con el corazón,
realicen grandes obras; necesita de vosotros, mis apóstoles del amor. Hijos
míos, la Iglesia ha sido perseguida y traicionada desde sus inicios, pero ha
crecido día a día. Es indestructible, porque mi Hijo le ha dado un corazón: la
Eucaristía. La luz de Su Resurrección ha brillado y brillará sobre ella. ¡Por
eso no temáis! Orad por vuestros pastores para que tengan la fuerza y el amor
de ser puentes de salvación. ¡Os doy las gracias!”
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