Santa Faustina con sus limitados recursos,
hace todo lo que puede para cumplir con la voluntad expresada por Jesús y se
pone manos a la obra de inmediato pero…
D. 341.- Una mañana, después de haber abierto
la puerta para dejar salir a nuestra gente que traía el pan, entré un momento
en la pequeña capilla, para hacer a Jesús una visita de un minuto y medio y
para renovar las intenciones del día. Oh Jesús, hoy todos los sufrimientos, las
mortificaciones, las plegarias, las ofrezco por el Santo Padre para que apruebe
esta Fiesta de la Misericordia. Pero, Jesús, debo decirte todavía una palabra.
Estoy muy sorprendida de que me ordenas hablar de esta Fiesta de la
Misericordia, mientras esta Fiesta según me dicen, ya existe, entonces, ¿para
qué he de hablar de ella?
Y Jesús me contestó: ¿Quién, de entre la gente, sabe de ella? Nadie. Y hasta aquellos que
han de proclamarla y enseñar a la gente esta misericordia, muchas veces ellos
mismos no lo saben; por eso quiero que la imagen sea bendecida solemnemente el
primer domingo después de Pascua y que se la venere públicamente para que cada
alma pueda saber de ella.
Curioso como Jesús hace las cosas, y
sorprende a Santa Faustina. Claro que Él conocía la existencia previa de esta
Fiesta el primer domingo después del domingo de Resurrección, pero es evidente
que la repercusión, conocimiento e importancia de la misma era prácticamente
nulo; de hecho Santa Faustina que ya llevaba seis años en la Congregación
Religiosa, ni siquiera sabía que existía.
De la misma manera que Jesús durante su etapa
pública, vio necesario que Pedro, Santiago y Juan, conocieran Su verdadera
dimensión Divina cuando se Transfiguró delante de ellos en el Monte Tabor.
Jesús quiere Transfigurar la Fiesta de la Misericordia.
A ellos que conocían Su aspecto humano, les
deslumbro con Su aspecto Divino. A nosotros, que sólo Le conocemos por los
hechos descritos en las Sagradas Escrituras, nos muestra Su aspecto humano, en
el que está contenida Su dimensión Divina, de la que nos muestra una
pequeñísima parte al levantar con el índice y el pulgar un poco Su túnica,
permitiendo que de Su Espíritu salgan los dos rayos que harán “Bienaventurados
a cuantos vivan a la sombra de ellos, porque no les alcanzará la justa mano de
Dios”
Jesús no quiere que se siga hablando de la
misericordia, como un atributo, cualidad, gracia o manifestación Divina, como
se refleja en muchas situaciones que aparecen en el Antiguo Testamento, cuando
el pueblo Judío caía en desgracia después de haberse apartado de Dios, y
apesadumbrado y abatido, alzaban sus brazos y sus súplicas al Único que podía
salvarlos.
Lo que Jesús quiere es transfigurar la Fiesta
de la Misericordia a través de Su Imagen:
“quiero que la imagen sea bendecida solemnemente el primer domingo después de
Pascua y que se la venere públicamente para que cada alma pueda saber de ella”.
Él es la Misericordia, a través de la
veneración de Su Imagen quiere hacernos partícipes de la auténtica Felicidad en
la celebración de la Fiesta de la Misericordia Divina.
Esa auténtica Felicidad, es una realidad
concreta que todos tenemos a nuestro alcance, desde el pecador empedernido más
grande del mundo, hasta el más alto representante de Jesús aquí en la Tierra,
Su Vicario el Santo Padre. Sólo de nosotros depende aceptarla y acogerla en nuestro
espíritu y en nuestro corazón, para que haciéndola viva en nosotros podamos
transmitirla a los demás.
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