Todos los días son buenos para comprobar, que
ante una, varias o muchas decisiones equivocadas que hemos tomado, en un
momento de nuestra vida o en el transcurso de la misma, si reconocemos los
errores y el daño que hemos causado, a nosotros, a nuestros hermanos y a Dios,
y con humildad y confianza nos acercamos a Su sustituto para vaciar todas
nuestras impurezas; y en el momento de la absolución sentir la paz de la
reconciliación con Dios y experimentar la cercanía del Amor Misericordioso, no
porque Él se haya acercado, no, es que al quedar nuestro espíritu limpio, como
atraído por un potentísimo imán recorre instantáneamente la distancia que
nuestras equivocaciones nos habían alejado.
Pero hay un Día en el que las compuertas de
las entrañas de la Misericordia, están totalmente abiertas, para derramar sobre
todos, y muy especialmente a los pobres pecadores, las gracias y dones del Amor
Misericordioso de Dios. Ése día es la Fiesta de la Misericordia. Jesús nos da
una amplia explicación en el siguiente apartado del Diario de Santa Faustina
D. 699.- Una vez, oí estas palabras: Hija Mía, habla al mundo entero de la inconcebible
misericordia Mía. Deseo que la Fiesta de la Misericordia sea refugio y amparo
para todas las almas y, especialmente, para los pobres pecadores. Ese día están
abiertas las entrañas de Mi Misericordia. Derramo todo un mar de gracias sobre
las almas que se acercan al manantial de Mi Misericordia. El alma que se
confiese y reciba la Santa Comunión obtendrá el perdón total de las culpas y de
las penas. En ese día están abiertas todas las compuertas divinas a través
de las cuales fluyen las gracias. Que ningún alma tema
acercarse a Mí, aunque sus pecados sean como escarlata. Mi misericordia es
tan grande que en toda la eternidad no la penetrará ningún intelecto humano ni
angélico. Todo lo que existe ha salido de las entrañas de Mi misericordia. Cada
alma respecto a Mí, por toda la eternidad meditará Mi amor y Mi misericordia. La
Fiesta de la Misericordia ha salido de Mis entrañas, deseo que se celebre
solemnemente el primer domingo después de Pascua. La humanidad no conocerá la
paz hasta que no se dirija a la Fuente de Mi misericordia.
No dejemos pasar alegremente un día como
éste, sin pena ni gloria. Jesús pone a nuestro alcance Su Indulgencia Plenaria.
En el Sacramento de la Reconciliación, el sacerdote, sustituto de Jesús, en Su
nombre nos perdona las culpas, pero tiene que ponernos una pena o penitencia
acorde a nuestras culpas, que sirve como reparación por el daño o daños
causados.
En el domingo de la celebración de la Fiesta
de la Misericordia, Jesús ofrece el perdón total de las culpas y de las penas a
quien se confiese y reciba la Santa Comunión, no sólo nos limpia de nuestros
pecados, sino que además repara por completo nuestro espíritu, para que
permanezcamos en Él siempre; nos permite poner a cero nuestros contadores sin
tener en cuenta el altísimo número que hayamos alcanzado, es volver a empezar
de nuevo el Camino, con la confianza plena puesta en Él, para que algún día al
igual que San Pablo podamos decir: “ Se de quién me he fiado”
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