D.- 1318 10 X [1937]. Oh Jesús mío, para
agradecerte por tantas gracias, Te ofrezco el alma y el cuerpo, el intelecto y
la voluntad y todos los sentimientos de mi corazón. Con los votos me he
entregado toda a Ti, ya no tengo nada más que podría ofrecerte. Jesús me dijo: Hija Mía, no Me has ofrecido lo que es realmente
tuyo. Me he ensimismado y he constatado de que amaba a Dios con todas las
fuerzas de mi alma; y sin poder
conocer que era lo que no había dado al Señor, pregunté: Jesús, dímelo y Te lo
daré inmediatamente con generosidad del corazón. Jesús me dijo amablemente: Hija, dame tu miseria porque es tu
propiedad exclusiva. En ese momento un rayo de luz iluminó mi alma y conocí
todo el abismo de mi miseria; en ese mismo momento me abracé contra el
Santísimo Corazón de Jesús con tanta confianza que aunque tuviera sobre la
conciencia los pecados de todos los condenados, no dudaría de la Divina
Misericordia, sino que, con el corazón hecho polvo, me arrojaría en el abismo
de Tu misericordia. Creo, oh Jesús, que no me rechazarías sino que me
absolverías con la mano de quien Te sustituye.
D.- 1319 Expiraste, Jesús, pero la fuente de
vida brotó para las almas y el mar de misericordia se abrió para el mundo
entero. Oh fuente de vida, insondable Misericordia Divina, abarca al mundo
entero y derrámate sobre nosotros.
D.- 1320 A
las tres, ruega por Mi misericordia, en especial para los pecadores y aunque
sólo sea por un brevísimo momento, sumérgete en Mi Pasión, especialmente en Mi
abandono en el momento de Mi agonía. Ésta es la hora de la gran misericordia
para el mundo entero. Te permitiré penetrar en Mi tristeza mortal. En esta hora
nada le será negado al alma que lo pida por los méritos de Mi Pasión…
Las palabras que brotan del corazón de Santa
Faustina, en el apartado D.- 1319, después de haber conocido el abismo de su
miseria y de haber demostrado inmediatamente su plena confianza en la Divina
Misericordia y manifestar su creencia de ser absorbida por la mano de quien
sustituye a Jesús; son las que se han popularizado y divulgado, como la oración
de las tres de la tarde.
Después de semejante experiencia, Santa
Faustina pone fin al cuarto cuaderno, con este bellísimo poema, en el apartado
D.- 1321:
Te
saludo, misericordiosísimo Corazón de Jesús,
Viva
fuente de toda gracia,
Único
amparo y refugio nuestro,
En
ti tengo la luz de la esperanza.
Te saludo, Corazón piadosísimo de mi
Dios,
Insondable, viva fuente de amor,
De la cual brota la vida para los pecadores,
Y los torrentes de toda dulzura.
Te
saludo, Herida abierta del Sacratísimo Corazón,
De
la cual salieron los rayos de la misericordia
Y
de la cual nos es dado sacar la vida,
Únicamente
con el recipiente de la confianza.
Te saludo, inconcebible bondad de
Dios,
Nunca penetrada e insondable,
Llena de amor y misericordia,
siempre santa,
Y como una buena madre inclinada
sobre nosotros.
Te
saludo, Trono de la misericordia, Cordero de Dios,
Que
has ofrecido la vida por mí,
Ante
el cual mi alma se humilla cada día,
Viviendo en una fe profunda.
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