Pero ésta Fiesta no sólo está destinada para
beneficio de los que en Él creen y confían, sino que es una oportunidad muy
especial, para que todos Sus veneradores, puedan ejercer la práctica de la
misericordia, reuniendo en persona o en espíritu a todos los pecadores del
mundo, para que Jesús los sane y los fortifique; por lo que se deduce de las
palabras que Él dice a Santa Faustina y por extensión a todos Sus veneradores
en el apartado siguiente:
D. 206.- Al día siguiente, después de la
Santa comunión oí la voz: Hija Mía, mira
hacia el abismo de Mi misericordia y rinde honor y gloria a esta misericordia
Mía, y hazlo de éste modo: Reúne a todos los pecadores del mundo entero y
sumérgelos en el abismo de Mi misericordia. Deseo darme a las almas, deseo las
almas, hija Mía. El día de Mi Fiesta, la Fiesta de la Misericordia, recorrerás
el mundo entero y traerás a las almas desfallecidas a la fuente de Mi
misericordia. Yo las sanaré y las fortificaré.
Con éstas palabras en las que Jesús “desea
darse a las almas, desea las almas”, quiere eliminar cualquier barrera y
obstáculo, que le impida derramar Su Misericordia a las almas que se han
alejado de Él, como consecuencia del pecado.
No Le basta con “darse” a los que
confiadamente se acercan a Él, en la Fiesta de la Misericordia. Jesús en ése día
quiere a todos Sus hermanos, entorno a Él, especialmente a los alejados para
colmarlos de bendiciones. Como dice en el Evangelio, no son los sanos los que
necesitan el médico, sino los enfermos.
A través de Santa Faustina, Jesús nos
encomienda una difícil pero hermosa labor. Que dediquemos todo el tiempo que
podamos a divulgar y dar a conocer la Fuente de la Misericordia Divina que es
Jesús; para que en cada Fiesta sea más numerosa la participación de Sus
hermanos.
Y para los que no asistan, los que permanezcan
alejados, Jesús quiere que los tengamos presentes en ése día para que Él pueda sanarlas
y fortificarlas.
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