jueves, 15 de octubre de 2015

+ LA FUERZA DE LA ORACIÓN





1897667_894175110620522_3139105778638226354_nSolo la verdadera oración, aquella que es hecha con el corazón, nos llena del Espíritu Santo, que es la expresión tangible de Dios Amor. Por eso la Madre nos dice: “oren, oren, oren para que comprendan el amor que tengo hacia ustedes”. Y también agrega: “Mi amor es más fuerte que el mal”. Sobre todo el mal que puede esconderse agazapado en algún rincón de nuestros corazones, ya que sin la oración no hay conversión permanente; sin oración y reconocimiento de lo que necesito cambiar, solo hay estancamiento, y el agua estancada termina pudriéndose.
La oración diaria debe mover permanentemente las aguas de nuestra alma para que estas no se estanquen y para que no proliferen en nosotros las bacterias de la pereza, de la indiferencia, del egoísmo y de la mediocridad, de la avaricia, del resentimiento, de la envidia, de la incomunicación, de las desconfianzas, de las críticas y de todo aquello que son grietas o ventanas abiertas por las cuales Satanás puede entrar y tomar autoridad en nuestras vidas, si nosotros se lo permitimos y le damos ocasión.
Solo por medio de la verdadera oración: “los invito a todos, hijitos: oren, oren, oren”, podremos llegar a comprender el verdadero amor: “comprendan el amor que tengo hacia ustedes”; y a través del amor que brota desde adentro hacia afuera, podremos tener victoria contra el príncipe del mal: “Mi amor es más fuerte que el mal”.
El amor de la Gospa es más fuerte que el mal, que intentará por todos los medios, de llevarnos a ser manantiales de agua estancada; el mal que tratará de dividir y destruir a nuestras familias y comunidades; el mal que intentará impedir la obra de Dios y los planes de la Reina de la Paz.
Sin embargo, no dudemos: con Dios y con María somos más que vencedores. Por lo tanto, aunque tengamos mil batallas, no nos demos nunca por vencidos; aunque caigamos una y mil veces, levantémonos nuevamente, reconociendo que hemos pecado, y digamos con confianza: “Con la ayuda de tu gracia Señor y con la intercesión de tu Madre, hoy comienzo de nuevo”. Entonces las palabras de la Reina de la Paz, que nos dice: “acérquense a Dios para que puedan sentir mi gozo en Dios” cobrarán nuevo sentido y también entenderemos el mensaje de Dios a través del apóstol San Pablo, cuando dice: “¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿los peligros?, ¿la espada?... Pero en todo esto salimos más que vencedores gracias a aquel que nos amó.” (Rom 8:35 y 37). Y experimentaremos una paz y un gozo tan profundo, que nada, ni nadie nos lo podrá quitar. Amén.
P. Gustavo E. Jamut

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