lunes, 11 de julio de 2016

+ A LA VUELTA DE MEDJUGORJE

A la vuelta de MedjugorjeAcabo de llegar de Medjugorje con  un grupo de 25 personas. Ya es la octava vez que peregrino a aquel lugar mariano. Y fruto de mi experiencia publiqué en su día un libro en el que intenté comentar la historia de este fenómeno religioso y los detalles del mismo. Hoy vuelvo sorprendido de nuevo por el espíritu presente en aquel lugar de Bosnia.
No sé cuántos miles de personas convivimos allí estos días, y cuantos sacerdotes acompañaban a los peregrinos y administraban el sacramento de la Penitencia. Colas interminables en todos los confesionarios estables e improvisados. Ves a la gente con hambre de perdón y misericordia. Yo fui uno de los que estuve horas atendiendo a los penitentes. Realmente se goza perdonando en el nombre del Señor, y te hace feliz contemplar la cara de alegría del que ha puesto sus pecados en manos de Dios y ha recibido el perdón.
La Eucaristía está en el centro de Medjugorje. La Virgen te lleva al Señor  irremisiblemente. Y la Santa Misa es vivida con el fervor que se merece Dios por parte de la multitudinaria asamblea. Los tiempos de Adoración comunitaria, o individual, son esperados con ansia de estar con Jesús Eucaristía en silencio. Se observa, como siempre, un profundo recogimiento.
Punto y aparte son las subidas a los montes “sagrados” que abrazan el vasto valle vestido de verde. La gente se lanza sin pensarlo en busca de un rato de paz, de un desahogo espiritual, de un tiempo de oración silenciosa.
Estar un día en Medjugorje es gozar de la vivencia de la fe en un ambiente en el que se respira paz, respeto y fraternidad cristiana.
La Santa Sede sigue teniendo la última palabra en el juicio sobre la sobrenaturalidad de las “apariciones” de Medjugorje. Pero es indudable que este lugar es un verdadero santuario mariano que está llevando a Dios a muchas almas. Medjugorje es un oasis de paz. Realmente el Señor y la Virgen están allí, y uno se encuentra con Ellos cada vez que acude a la cita con buena voluntad.
Autor: Juan García Inza

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