martes, 12 de junio de 2012

* CONOCER A JESUS - CAP. 19


Pero ¿cómo podemos aprender a diferenciar lo humano de lo divino, para que dejemos de ser ingratos con Jesús?  

Creo que es muy difícil aprender a diferenciar lo humano de lo divino, mientras no tomemos conciencia de nuestra verdadera naturaleza, de que hemos sido creados por Dios, y  aceptemos la realidad de Su Creación Divina.

Obviamente si no reconocemos la existencia de Dios, lo divino, carece de contenido, no tiene ningún sentido, y lo humano se posiciona y se afianza como la única realidad existencial.

En este punto es donde deben resonar con fuerza las palabras de nuestro querido Beato Juan Pablo II, en el discurso de inauguración de su pontificado el 22 de Octubre de 1978: ¡NO TENGAIS MIEDO! ¡NO TENGAIS MIEDO! ¡A ABRIR DE PAR EN PAR LAS PUERTAS A CRISTO!

El Beato Juan Pablo II conocía muy bien el contenido del Diario de Santa Faustina y las palabras de Jesús que en él figuran. Es curiosa la coincidencia de esas palabras que pronunció con tanto ímpetu, alegría y convicción y las palabras que Jesús dice en el apartado D. 1577: Diles a las almas que no pongan obstáculos en sus propios corazones a Mi misericordia que desea muchísimo obrar en ellos. Mi misericordia actúa en todos los corazones que le abren la puerta; tanto el pecador como el justo necesitan Mi misericordia. La conversión y la perseverancia son las gracias de Mi misericordia. 

¡No debemos tener miedo! ¡Abramos las puertas de nuestros corazones a la misericordia de Jesús! Dejémosle entrar. Dejémosle obrar y poco a poco nos conducirá por senderos y caminos de Paz, Amor, Bondad, Misericordia, y Vida, que nos harán percibir en la medida que somos capaces de asumir, la verdad y la autenticidad de la realidad divina.

Y así aprenderemos a diferenciar lo humano de lo divino, aprenderemos a ser más agradecidos y justos con Dios y con nuestros semejantes; y en la medida en que Dios nos vaya alimentando y nutriendo con Sus Gracias y Dones y nosotros sigamos incansablemente abriéndole más y más puertas, entraremos de lleno en el camino de la conversión y la perseverancia, en el que las dudas, tropiezos y caídas, de las que nadie está exento, no desaparecerán, pero de una cosa podemos estar completamente seguros, siempre contaremos con la ayuda incondicional, incansable e inagotable de la Misericordia Divina, que sin ninguna duda nos conducirá a la Vida Eterna.

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