sábado, 1 de agosto de 2015

+ "SOY MÁS GENEROSO PARA LOS PECADORES QUE PARA LOS JUSTOS"

El alma que no quiera perder las gracias, que Jesús le tiene destinadas, debe abrirse, con sincera humildad  y con plena confianza a Su Amor Misericordioso.

Humildad sincera, para reconocer sus limitaciones; confianza plena en que sólo el Amor Misericordioso de Jesús, puede transformarlas con Sus gracias.

El alma que no es humilde, se cree autosuficiente; cree que todo lo hace bien; piensa que puede hacer cualquier cosa que se proponga; que todo vale si consigue su propósito; se siente dueña y señora de todos sus actos, y da por sentado, que a nadie tiene que rendir cuentas.

Confía solamente en sus propias fuerzas y capacidades; cree firmemente que, lo que consigue, es fruto únicamente, de sus propios méritos. No reconoce los dones y gracias que a través de su alma recibe de Dios. Porque para este tipo de alma, Dios es una palabra vacía de contenido; o bien, tiene una idea ficticia o distorsionada de la realidad Divina.

Jesús en su condición Divino-Humano, entregó Su vida en la cruz, en un acto grandioso de Amor, para la salvación de todas las almas. Con su posterior Resurrección, una vez vencida la muerte, nos abrió las puertas del Cielo; nos mostró el verdadero vínculo Paterno-filial, que existe desde el principio de los tiempos entre Dios Padre Creador y el ser humano creado a Su imagen y semejanza.

En esas almas autosuficientes, que no son humildes; que viven al margen de la realidad Divina; la presencia de Jesús con Sus Gracias y Dones, no es reconocida, no es admitida; es totalmente relegada, muy a pesar Suyo; por eso, el 30 VI de 1937; Jesús le dijo a Santa Faustina: Hija Mía, has de saber que a las almas soberbias no les concedo Mis gracias y hasta les quito las ya concedidas. (D. 1170)

Aun así, Jesús no da por perdida un alma, no le da la espalda, no escapa; permanece en ella, porque: Hija Mía, has de saber de una vez por todas que solamente el pecado grave Me expulsa del alma, y nada más. (D. 1181)

Jesús nunca nos abandona por Su propio criterio o decisión arbitraria, no. Jesús permanece siempre en nosotros, dándonos en cada momento lo que necesitamos, aunque a veces, no estemos de acuerdo según nuestros criterios, o nuestra visión limitada de las cosas.

Jesús que conoce perfectamente la debilidad humana, porque la experimentó, en Su vida terrenal, es comprensivo, paciente y compasivo con las almas; como Buen Pastor, quiere conducirnos a todos, a la Casa de Nuestro Padre Dios, con el firme propósito de no perder ningún alma en el camino.

Pero si un alma, haciendo uso de la libertad que Dios le ha dado, decide caminar por senderos diferentes, y como consecuencia de ello, en lugar de avanzar por el camino del bien, avanza por el camino del mal, será inevitable que ésta alma, termine haciéndose daño a si misma y a otras almas; eso es el pecado.

Evidentemente cuanto más daño se haga a si misma o cause a otras almas, la intensidad del pecado aumenta, pero Jesús, permanece en ella intentando reconducirla; sólo cuando la intensidad del daño causado, llega al nivel de grave, Jesús es expulsado de esa alma.

Aun así, eso no implica que todo esté perdido para esa alma. Si se da cuenta del daño causado, si de corazón se arrepiente y pide con humildad el correspondiente perdón a Dios, Jesús pletórico de alegría y repleto de gracias y de dones, vuelve a ocupar esa alma.

Para que no quede duda alguna, Jesús dice a Santa Faustina: Secretaria Mía, escribe que soy más generoso para los pecadores que para los justos. Por ellos he bajado a la tierra… por ellos he derramado Mi sangre; que no tengan miedo de acercarse a Mí, son los que más necesitan Mi misericordia. (D. 1275)


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