En los capítulos anteriores, hemos visto,
cómo Jesús se nos presenta, se nos da a conocer, nos enseña la Coronilla, y la
Hora de la Misericordia y cómo pide con insistencia la Fiesta de la
Misericordia Divina.
Jesús se nos Da, una vez más por completo y
pone a nuestro alcance todo lo que necesitamos para conocerle, experimentarle y
confiarnos a Él a través de la Veneración a Su Misericordia Divina.
Y lo hace por medio de Santa Faustina, a la
que denomina en repetidas ocasiones, Su secretaria. Y le proporciona la
inestimable ayuda espiritual de dos sacerdotes:
- El Beato Rev. P. Miguel Sopocko, confesor y
director espiritual de Santa Faustina, preparado especialmente por Jesús para
ella, durante los años que fue asignada al convento de Vilna y que fue hasta el
último momento de su vida un apóstol infatigable en la divulgación de la
Veneración a la Misericordia Divina.
- El Rev. P. José Andrasz, S.J. confesor de
Santa Faustina durante los últimos años de la vida de ella.
Jesús se manifiesta en el Seno de Su Iglesia
y explica en que consiste realmente Su Misericordia Divina, a una sencilla y
humilde religiosa y a dos sacerdotes que se identifican desde el principio con
lo que les cuenta Santa Faustina y le ayudan a progresar rápidamente en las
virtudes y a conocer más claramente la voluntad de Dios y llevarla a la
práctica.
Jesús siembra la semilla de Su Misericordia
Divina en el fértil campo de su Iglesia, para que con las instrucciones
facilitadas por Él, produzca el fruto abundante de la salvación de todas las
almas.
En el apartado D. 177 dice: Hija Mía, habla a los sacerdotes de esta
inconcebible misericordia Mía. Me queman las llamas de la misericordia, las
quiero derramar sobre las almas, [y]
las almas no quieren creer en Mi bondad.
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