
En
el apartado D. 367, Santa Faustina describe con claridad, la disponibilidad
permanente de Jesús a conceder sus gracias a todas las almas. En la primera
parte del apartado Jesús habla en general a todas las almas. En la segunda
parte se dirige a todas las almas elegidas por Él:
En cierta ocasión Jesús me hizo
conocer que cuando le ruego por alguna intención que a veces me recomiendan,
está siempre dispuesto a conceder sus gracias, pero las almas no siempre
quieren aceptarlas. Mi Corazón está
colmado de gran misericordia para las almas y especialmente para los pobres
pecadores. Oh, si pudieran comprender que Yo soy para ellas el mejor Padre, que
para ellas de Mi Corazón ha brotado Sangre y Agua como de una fuente
desbordante de misericordia; para ellas vivo en el tabernáculo, como Rey de
Misericordia deseo colmar las almas de gracias, pero no quieren aceptarlas. Por
lo menos tú ven a Mí lo más a menudo posible y toma estas gracias que ellas no
quieren aceptar y con esto consolarás Mi Corazón. Oh, qué grande es la
indiferencia de las almas por tanta bondad, por tantas pruebas de amor. Mi
Corazón está recompensado solamente con ingratitud, con olvido por parte de las
almas que viven en el mundo. Tienen tiempo para todo, solamente no tienen
tiempo para venir a Mí a tomar las gracias.
Entonces, Me dirijo a ustedes, a ustedes, almas elegidas, ¿tampoco
ustedes entienden el amor de Mi Corazón? Y aquí también se ha desilusionado Mi
Corazón: no encuentro el abandono total en Mi amor. Tantas reservas, tanta
desconfianza, tanta precaución. Para consolarte te diré que hay almas que viven
en el mundo, que Me quieren sinceramente, en sus corazones permanezco con
delicia, pero son pocas. También en los conventos hay almas que llenan de
alegría Mi Corazón. En ellas están grabados Mis rasgos y por eso el Padre
Celestial las mira con una complacencia especial. Ellas serán la maravilla de
los ángeles y de los hombres. Su número es muy pequeño, ellas constituyen una
defensa ante la Justicia del Padre Celestial e imploran la misericordia por el
mundo. El amor y el sacrificio de estas almas sostienen la existencia del
mundo. Lo que más dolorosamente hiere Mi Corazón es la infidelidad del alma
elegida por Mí especialmente; esas infidelidades son como espadas que traspasan
Mi Corazón.
Este lamento por la ingratitud de las almas que en
Enero de 1935, expresó Jesús, deberíamos meditarlo en profundidad, con
serenidad y con honestidad. Tendríamos que hacer un sincero y profundo examen
de conciencia, para intentar discernir cual es el tipo de relación que nuestra
alma tiene con Él.
Haciéndolo así podremos saber si nuestra alma se ve
reflejada en ese lamento, y a partir de ahí, abrir nuestro corazón a Jesús,
arrojarnos con total confianza en Sus manos, recibir con alegría y
agradecimiento todas las gracias que Él nos concede y dejarnos conducir por el
único Camino que conduce a la Verdad y a la auténtica Vida.
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