martes, 15 de enero de 2013

+ RELIGIOSOS Y SACERDOTES - CAP. 4


El primer gran regalo que el Hijo Unigénito de Dios, nos hizo en su día, fue que libremente aceptó bajar del Cielo, para asegurarnos con Sus Palabras y demostrarnos con Sus Obras, que todos somos hijos de Dios y que la verdadera “Vida” empieza justo después de la muerte.

“Vida” a la que todos somos llamados, todos somos esperados, pero no todos llegamos a Ella. Las circunstancias que rodean y condicionan nuestra vida terrenal, con frecuencia nos conducen a tomar decisiones equivocadas, que ponen al descubierto nuestra desnudez y miserable condición humana.

Esto hace que nos comportemos como Adán y Eva, que nos apartemos, que nos escondamos de Dios, y que, aunque Él nos llame con insistencia, nos cueste salir al descubierto. Y si nos atrevemos a responder a Su llamada y salimos, la mayoría lo hacemos, para excusarnos y justificarnos: Si no me hubieran dicho…, si no me hubieran hecho…, si hubiera pasado tal cosa…, si no hubiera pasado tal otra… Como Adán y Eva, excusas: “es que la mujer me dio a comer del fruto del Árbol de la Vida”, “es que la serpiente me dijo que…”

Excusas y justificaciones…, estoy plenamente convencido, de que si en lugar de actuar de ésa manera Adán y Eva, conscientes de su decisión equivocada,  hubieran buscado inmediatamente a Dios y se hubieran arrojado a Sus brazos y se hubieran acogido a Su infinito Amor, a Su Bondad inagotable, pero sobretodo, a Su insondable Misericordia, les habría perdonado, les habría reparado el daño causado y no habrían sido expulsados de Su Presencia.

Eso es lo que espera Dios de nosotros Sus hijos. Eso es lo que desea Jesús para nosotros Sus hermanos, que permanezcamos siempre en Su Presencia. Que no le temamos, sino que lo amemos, que no nos escondamos, sino que Le busquemos, que salgamos a Su encuentro

Religiosos o no, sacerdotes o no, Jesús anhela que todos aceptemos y acojamos con confianza y agradecimiento el segundo gran regalo que nos hace del Don de Su Misericordia Divina, y actuemos en consecuencia.

En el apartado D. 379 Santa Faustina escribe: Durante una adoración Jesús me prometió: Con las almas que recurran a Mi misericordia y con las almas que glorifiquen y proclamen Mi gran misericordia a los demás, en la hora de la muerte Me comportaré según Mi infinita misericordia.   

Mi Corazón sufre, continuaba Jesús, a causa de que ni las almas elegidas entienden lo grande que es Mi misericordia; en su relación [conmigo] en cierto modo hay desconfianza. Oh cuánto esto hiere Mi Corazón. Recuerden Mi Pasión y si no creéis en Mis palabras, creed al menos en mis llagas.

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