sábado, 18 de julio de 2015

+ HUMILDAD Y FIDELIDAD

El tercer atributo es una fusión entre Humildad y Fidelidad. La humildad que se manifiesta claramente desde un principio en la Encarnación.

Dios Padre, no impone el Nacimiento de Su Hijo a ninguna mujer; no.

Manda un Ángel a la joven María, para que le anuncie el plan que Dios previamente ha establecido; aclara las dudas que asaltan a María, ante semejante anuncio; y espera una respuesta.

Sólo cuando María responde: “Hágase en mí según tu palabra, he aquí la esclava del Señor”; se inicia el plan de salvación que Dios tenía preparado para nosotros.

¡Que Inconmensurable Majestad, del Único y Verdadero Dios!, Nuestro Padre Dios. Él, el Infinito, el Todopoderoso, el Creador de cuanto existe, desea que a través de una de Sus creaturas, Su Único Hijo haga partícipe al hombre de su Divinidad. ¡Qué gran comienzo de Su plan!

Humildad que rezuma en el momento del Nacimiento de Jesús; en un establo y como cuna, un pesebre.

Humildad que se percibe en el ocultamiento de Su Divinidad durante treinta años, llevando una vida sencilla y apartada.

Humildad en su primera aparición pública, cuando se acerca al Jordán, para que Juan le Bautice; no impone Su Divina Presencia, espera pacientemente su turno; una vez más Dios involucra a otra de Sus creaturas en su plan de salvación, en éste caso Juan, el que en una ocasión dijo: “Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, a quien no soy digno de desatar la correa de las sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego”.

Jesús “Es” la Humildad plena.

Se dedica incansablemente a dar a conocer el Reino de Dios con numerosos signos; a curar a los enfermos, a sanar a los paralíticos y tullidos, a liberar a sus hermanos marginados y rechazados por la sociedad judía por ser portadores de lepra, limpiándoles de la misma y devolviéndoles a la vida que habían perdido.

Sin apenas descansar, y descuidando incluso su alimentación, hasta el punto de que sus familiares y allegados, temieron que pudiera enfermar. Era incansable en Su Misión, e inagotable Su Humildad y Su Celo por los demás.

Cuando el Domingo de Ramos entra en Jerusalén, no se viste de gala, ni pide un brioso, espléndido y engalanado caballo, no; va con su ropa habitual y pide un simple pollino.

La multitud que le sigue y rodea, extiende sus mantos en el suelo por donde pasa, mientras cantan y vitorean; qué fácil le hubiera sido cambiar Su destino, enardeciendo a la multitud, proclamándose líder o rey y entrar triunfante en la ciudad.

Pero no; permanece callado, ensimismado, sabe muy bien lo que Le espera, y humildemente lo acepta.

Acepta humildemente su prendimiento, en el Monte de los Olivos; acepta humildemente el juicio ante al Sanedrín; acepta humildemente su juicio ante Pilato, y acepta humildemente Su Dolorosa Pasión, Crucifixión y Muerte.

Humildad y Fidelidad, se fusionan en la vida pública de Jesús, es Manso y Humilde, en Su proceder; y Fiel al Plan de Dios, hasta el último hálito de vida en la Cruz.

Fue firme, inquebrantable y Fiel, ante las tentaciones de Satanás en el desierto; y en todas y cada una de las vicisitudes, que tuvo que vivir.

Él Mismo sintetizó en una sola frase, todo lo que someramente he detallado: <<Yo he venido a servir y no a ser servido>>.

Frase que no perdió ni su contenido, ni su esencia, ni su fuerza, ni su compromiso,  con la Muerte de Jesús; todo lo contrario, tomó su máxima fuerza de expresión, contenido y compromiso, con Su Resurrección y Ascensión al Cielo. Porque desde allí sigue realizando la misma tarea de curación, liberación y salvación, para todos los que, con confianza se acercan a Él.


No hay comentarios:

Publicar un comentario