jueves, 2 de julio de 2015

+ "REZA POR LOS AGONIZANTES"

Continúa Jesús diciéndole: Reza, cuanto puedas, por los agonizantes, impetra para ellos la confianza en Mi misericordia, porque son ellos los que más necesitan la confianza quienes la tienen muy poca. Has de saber que la gracia de la salvación eterna de algunas almas en el último momento dependió de tu oración.

En los Evangelios, leemos que: Jesús fue crucificado, muerto y sepultado, el día anterior a la celebración de la pascua judía.

Y que el domingo por la mañana, Resucitado, habló con las mujeres que se acercaron a Su sepulcro.
Lo que hizo Jesús entre Su Muerte y Su Resurrección, nos lo dice el Credo: descendió a los infiernos y al tercer día Resucitó de entre los muertos.

Durante Su Dolorosa Pasión y Crucifixión, “absorbió” en Su persona Humano-Divina todos los pecados de la humanidad de todos los tiempos ¡Cuánto horror y sufrimiento tuvo que soportar! Pero la muerte no era Su fin, ¡no podía ser Su fin! Porque de lo contrario, el poder de las tinieblas sería invencible y el único destino final para todas las almas, sería el profundo, tenebroso y aterrador Abismo.

No sabemos lo que hizo durante esos tres días en el infierno, sólo podemos imaginar que llegó a conocerlo muy bien. Y de ahí su insistente y apremiante súplica, que con frecuencia se encuentra en el Diario, de que se rece, cuanto se pueda por los agonizantes; de que se impetre (que se consiga, que consigamos) para ellos la confianza en Su misericordia, porque en el momento de la agonía, donde se produce la última soledad del alma, es cuando más se necesita la confianza en la Misericordia Divina, ya que es la última oportunidad del agonizante, para dirigirse a Jesús y con confianza entregarle su alma, y así evitar su caída en el Abismo del infierno.

La oración que Jesús desea que hagamos, la veremos más adelante en otro apartado, es el Rezo de la Coronilla de la Misericordia Divina, que Él Mismo enseñó a Santa Faustina; como en su día hizo con la oración del Padrenuestro, que enseñó a Sus Apóstoles.

Él que como he mencionado, conoce bien las profundidades del infierno, no quiere que ningún alma se pierda allí, para toda la eternidad, por eso en Su gran Misericordia, suplica la oración del Rezo de la Coronilla.

Esto no implica que el alma del agonizante vaya directamente al Cielo, pero lo que sí asegura Jesús es que no va a ir al infierno, que tras su purificación en el Purgatorio, será recibido por Él en el Cielo.
Hecho que jamás se abría producido, si por la falta de confianza del agonizante o por la falta de las oraciones de otras personas, hubiese ido directamente al infierno.

Aunque lo veremos más adelante, debo decir que, Cielo, Purgatorio o infierno, no son creaciones imaginarias de “iluminados”, de fantasiosos o creyentes fanatizados, como pueden pensar algunos.

Son realidades que han vivido y experimentado por ejemplo: los pastorcillos de Fátima, Santa Faustina o más recientemente los videntes de Medjugorje; en ocasiones acompañados por la Santísima Virgen, y en otras ocasiones por un Ángel.


Tenemos que ser conscientes que Venerando a la Misericordia Divina, rezando la Coronilla que Jesús enseñó, tenemos en nuestras manos la posibilidad de conseguir la gracia de la salvación eterna de muchas almas.

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