sábado, 2 de febrero de 2013

+ RELIGIOSOS Y SACERDOTES - CAP. 4.1


Es grande el sufrimiento que a diario padece Jesús, por la ingratitud y la desconfianza de todas las almas a Su Misericordia Divina.

Pero ese sufrimiento se incrementa exponencialmente, cuando la desconfianza proviene de las almas elegidas por Él.

Almas que han dedicado su vida al estudio, la formación y la divulgación de la Palabra de Dios, a administrar los distintos Sacramentos cuando han sido requeridos para ello, que hacen todo lo posible por dirigir la vida de sus feligreses para que salven sus almas.

Estas almas elegidas son ejemplo y modelo de Jesús, son Sus representantes y sustitutos, como en repetidas veces Él los denomina en los escritos de Santa Faustina. Son pastores de la Iglesia que desarrollan una labor encomiable, y soportan la carga de una enorme responsabilidad…, que ni una sola oveja de su rebaño se les pierda.

Pero nunca deben olvidar que por muy representantes y sustitutos que sean de Jesús, son personas de carne y hueso, y como el resto de los mortales están sujetos a las limitaciones propias de todos los seres humanos. Con éstas limitaciones tienen que enfrentarse y luchar contra Satanás, que es un devorador atroz e incansable de almas.

Es en ésta lucha interminable, en la que no tienen un solo segundo de descanso, porque Satanás nunca descansa; donde Jesús espera que sientan y descubran el inconmensurable refugio del Baluarte de Su Misericordia Divina, se introduzcan en él, reparen sus fuerzas, curen sus heridas, fortalezcan su espíritu, afiancen y aumenten su confianza en el Único que les conducirá a la Victoria final.

En la confianza plena y en la veneración a Su Misericordia Divina, es donde deben permanecer las almas elegidas, que no quieren fracasar, ni defraudar, ni causar más sufrimientos a Jesús.

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