martes, 26 de febrero de 2013

+ RELIGIOSOS Y SACERDOTES - CAP. 9


El 24 III 1937. Miércoles Santo. Del corazón de Santa Faustina brota una preciosa oración para los sacerdotes. Su espíritu y su corazón han comprendido y asimilado las indicaciones y consejos que Jesús le ha ido dando.

Conoce perfectamente la importancia y la necesidad de tener sacerdotes santos, que ablanden los corazones endurecidos; que venzan incansablemente los ataques y las asechanzas de Satanás, para desviarlos de la principal misión que tienen: ser buenos representantes y sustitutos de Jesús para que ningún alma se les pierda.

La oración se encuentra en el apartado D. 1052 dice así:

Oh Jesús mío, Te ruego por toda la Iglesia: concédele amor y luz de Tu Espíritu, da poder a las palabras de los sacerdotes para que los corazones endurecidos se ablanden y vuelvan a Ti, Señor. Señor, danos sacerdotes santos; Tú Mismo consérvalos en la santidad. Oh Divino y Sumo Sacerdote, que el poder de Tu misericordia los acompañe en todas partes y los proteja de las trampas y asechanzas del demonio, que están siendo tendidas incesantemente para [atrapar a] las almas de los sacerdotes. Que el poder de Tu misericordia, oh Señor, destruya y haga fracasar lo que pueda empañar la santidad de los sacerdotes ya que Tú lo puedes todo.

Es una oración que deberíamos elevar con frecuencia a Jesús por el bien de toda nuestra Iglesia. Sin sacerdotes santos que nos instruyan, nos guíen y nos reflejen en sí mismos la verdadera dimensión de la  Misericordia Divina, estamos abocados al fracaso y a la perdición, porque por nosotros mismos poco o nada bueno podemos conseguir.

En el apartado D. 1148 Santa Faustina escribe: Nos parecemos más a Dios cuando perdonamos al prójimo. Dios es amor, bondad, misericordia…

Cada alma y especialmente el alma consagrada debe reflejar en sí Mi misericordia. Mi Corazón está colmado de piedad y de misericordia para todos. El corazón de Mi esposa tiene que ser semejante a Mi Corazón, de su corazón tiene que brotar el manantial de Mi misericordia para las almas, si no la desconoceré.

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