El 24 III 1937. Miércoles Santo. Del corazón
de Santa Faustina brota una preciosa oración para los sacerdotes. Su espíritu y
su corazón han comprendido y asimilado las indicaciones y consejos que Jesús le
ha ido dando.
Conoce perfectamente la importancia y la
necesidad de tener sacerdotes santos, que ablanden los corazones endurecidos;
que venzan incansablemente los ataques y las asechanzas de Satanás, para
desviarlos de la principal misión que tienen: ser buenos representantes y
sustitutos de Jesús para que ningún alma se les pierda.
La oración se encuentra en el apartado D.
1052 dice así:

Es una oración que deberíamos elevar con
frecuencia a Jesús por el bien de toda nuestra Iglesia. Sin sacerdotes santos
que nos instruyan, nos guíen y nos reflejen en sí mismos la verdadera dimensión
de la Misericordia Divina, estamos
abocados al fracaso y a la perdición, porque por nosotros mismos poco o nada bueno
podemos conseguir.
En el apartado D. 1148 Santa Faustina
escribe: Nos parecemos más a Dios cuando perdonamos al prójimo. Dios es amor,
bondad, misericordia…
Cada alma y
especialmente el alma consagrada debe reflejar en sí Mi misericordia. Mi
Corazón está colmado de piedad y de misericordia para todos. El corazón de Mi esposa tiene que ser semejante a Mi Corazón, de su
corazón tiene que brotar el manantial de Mi misericordia para las almas, si no
la desconoceré.
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