Es
muy grande la responsabilidad que Dios ha puesto sobre los hombros de los
sacerdotes, cumplir la Misión Pastoral de que ningún alma se pierda.
Para
lograr este objetivo, además de administrar los distintos Sacramentos y llevar
a cabo las diferentes actividades de catecumenado; han de estar en perfecta
comunión con Dios, para saber discernir y entender cuál es la voluntad del
Señor para cada uno de nosotros y dirigirnos desde las diferentes sendas y
lugares que estén nuestras almas a la Casa de Nuestro Padre.
El
alma también tiene una gran responsabilidad, la de hacer todo lo posible por
retornar a su Creador. Responsabilidad que en ningún caso ha de ser tomada como
obligación o como imposición, sino que ha de ser fruto de la libertad que
Nuestro Padre nos ha dado desde el principio, al concedernos el libre albedrío.
Cuando
un alma voluntariamente decide retornar a la Casa del Padre, no le basta con
orar, conocer la Palabra de Dios, recibir los Sacramentos o hacer obras de
misericordia; todo eso está muy bien, es bueno para todos y nos acerca sin
ninguna duda al Señor.
Pero
si queremos asegurarnos ese retorno, Jesús a través de Santa Faustina, en los
siguientes apartados, nos deja la pauta de comportamiento que debe marcar
nuestro camino para llegar a la feliz meta: ponernos en manos de nuestro
confesor. Ser ante él como niños sencillos, sinceros y obedientes, teniendo la
seguridad que la voz del confesor es la voz de Jesús cuya voluntad hemos de
respetar, obedecer y cumplir.

D. 933.- Luego oí en el alma estas palabras: Obtendrás una mayor recompensa por la
obediencia y la dependencia al confesor que por las prácticas mismas en las que
te ejercitarás. Hija Mía, has de saber y comportarte según esto: aunque se
trate de la cosa más pequeña, pero con el sello de la obediencia a Mi sustituto
será una cosa agradable y grande a Mis ojos.
D. 967.- + Cuando me puse a la obra y
subrayaba las palabras del Señor y volví a mirar todo, al llegar a la página en
la que tengo apuntados los consejos y las indicaciones del Padre Andrasz, no
sabía qué hacer: subrayar o no; de repente oí en el alma estas palabras: Subraya, porque estas palabras son Mías; he
pedido prestada la boca del amigo de Mi Corazón para hablarte por tu
tranquilidad y tienes que atenerte a aquellas indicaciones hasta la muerte. Me
desagradaría mucho si te alejaras de estas indicaciones; has de saber que Yo
Mismo lo puse entre Yo [y] tu alma, lo hago por tu tranquilidad y para que no
cometas errores.
Estas palabras transmitidas a Su secretaria,
están destinadas para todas las almas. Meditemos con serenidad y sinceridad
estos apartados, para que entendamos y aceptemos los cariñosos consejos de
Jesús, para que todos nuestros pensamientos, palabras y obras Le glorifiquen,
Le satisfagan y Le alegren.
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