sábado, 13 de octubre de 2012

+ LA HORA DE LA MISERICORDIA - CAP. 3

Continúa Santa Faustina con su Diario:

D.- 1318 10 X [1937]. Oh Jesús mío, para agradecerte por tantas gracias, Te ofrezco el alma y el cuerpo, el intelecto y la voluntad y todos los sentimientos de mi corazón. Con los votos me he entregado toda a Ti, ya no tengo nada más que podría ofrecerte. Jesús me dijo: Hija Mía, no Me has ofrecido lo que es realmente tuyo. Me he ensimismado y he constatado de que amaba a Dios con todas las fuerzas de mi alma; y sin poder conocer que era lo que no había dado al Señor, pregunté: Jesús, dímelo y Te lo daré inmediatamente con generosidad del corazón. Jesús me dijo amablemente: Hija, dame tu miseria porque es tu propiedad exclusiva. En ese momento un rayo de luz iluminó mi alma y conocí todo el abismo de mi miseria; en ese mismo momento me abracé contra el Santísimo Corazón de Jesús con tanta confianza que aunque tuviera sobre la conciencia los pecados de todos los condenados, no dudaría de la Divina Misericordia, sino que, con el corazón hecho polvo, me arrojaría en el abismo de Tu misericordia. Creo, oh Jesús, que no me rechazarías sino que me absolverías con la mano de quien Te sustituye.

D.- 1319 Expiraste, Jesús, pero la fuente de vida brotó para las almas y el mar de misericordia se abrió para el mundo entero. Oh fuente de vida, insondable Misericordia Divina, abarca al mundo entero y derrámate sobre nosotros.

D.- 1320 A las tres, ruega por Mi misericordia, en especial para los pecadores y aunque sólo sea por un brevísimo momento, sumérgete en Mi Pasión, especialmente en Mi abandono en el momento de Mi agonía. Ésta es la hora de la gran misericordia para el mundo entero. Te permitiré penetrar en Mi tristeza mortal. En esta hora nada le será negado al alma que lo pida por los méritos de Mi Pasión…

Las palabras que brotan del corazón de Santa Faustina, en el apartado D.- 1319, después de haber conocido el abismo de su miseria y de haber demostrado inmediatamente su plena confianza en la Divina Misericordia y manifestar su creencia de ser absorbida por la mano de quien sustituye a Jesús; son las que se han popularizado y divulgado, como la oración de las tres de la tarde.

Después de semejante experiencia, Santa Faustina pone fin al cuarto cuaderno, con este bellísimo poema, en el apartado D.- 1321:

Te saludo, misericordiosísimo Corazón de Jesús,

Viva fuente de toda gracia,

Único amparo y refugio  nuestro,

En ti tengo la luz de la esperanza.

 

            Te saludo, Corazón piadosísimo de mi Dios,

            Insondable, viva fuente de amor,

            De la cual brota la vida para los pecadores,

            Y los torrentes de toda dulzura.

 

Te saludo, Herida abierta del Sacratísimo Corazón,

De la cual salieron los rayos de la misericordia

Y de la cual nos es dado sacar la vida,

Únicamente con el recipiente de la confianza.

 

            Te saludo, inconcebible bondad de Dios,

            Nunca penetrada e insondable,

            Llena de amor y misericordia, siempre santa,

            Y como una buena madre inclinada sobre nosotros.

 

Te saludo, Trono de la misericordia, Cordero de Dios,

Que has ofrecido la vida por mí,

Ante el cual mi alma se humilla cada día,

Viviendo en una fe profunda.

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